El elefante marino del sur (Mirounga leonina) es un predador tope que cumple un rol clave para la integridad ecológica de los ecosistemas marinos. Es la foca de mayor tamaño a nivel global, destacándose por ser una especie extrema en aspectos como su estructura social, comportamiento y fisiología. Se destaca por ser el mamífero con mayor diferencia de tamaño entre machos y hembras, lo que se conoce como dimorfismo sexual. Los machos adultos, que se caracterizan por su trompa prominente, pueden alcanzar una longitud de hasta 5 metros y pesar hasta 4 toneladas, mientras que las hembras miden hasta 3 metros de largo y pesan entre 500-900 kilogramos. Los machos mantienen una marcada jerarquía de dominancia durante la reproducción: defienden harenes que pueden estar integrados por hasta 130 hembras y logran aparearse con la mayoría de ellas.
Los elefantes marinos pasan más del 90% de su vida en el mar, donde realizan migraciones de alimentación de más de 10.000 kilómetros, pudiéndose alejar hasta 2.000 kilómetros de la costa. Sus buceos son extraordinarios; pueden durar entre media hora y 2 horas, separados por 2-3 minutos en superficie, y descienden a profundidades entre 400 y 2.000 metros.
Otra parte de su ciclo anual sucede en tierra: realizan ayuno y procesos de reproducción entre septiembre y noviembre, y muda de piel entre diciembre y abril. La temporada reproductiva tiene su pico durante la primera semana de octubre. Cada hembra pare una sola cría de aproximadamente 44 kilogramos, que cuida y alimenta durante 21 días hasta que triplica su peso. Pasado este tiempo, las hembras regresan al mar a alimentarse para recuperar el peso perdido durante la lactancia.
La especie tiene una distribución circumpolar, con agrupaciones insulares en los todos los océanos australes. Sin embargo, en las costas de Chubut se localiza su única colonia reproductiva continental y de latitud templada. El frente Atlántico del Área Natural Protegida Península Valdés representa el epicentro de la agrupación, donde se concentra el 80% de la población. Por fuera del área protegida, los elefantes marinos se distribuyen hacia el sur en aproximadamente 100 kilómetros de costa, desde Punta Ninfas hasta Dos Pozos.
Desafíos
Históricamente, el elefante marino del sur se enfrenta a la amenaza de la interacción con pesquerías comerciales de gran escala, las cuales tienen impactos negativos a través de enmallamientos en las artes de pesca o potencialmente afectando la disponibilidad de su alimento. Por otro lado, en las zonas costeras, particularmente en las áreas no protegidas al sur de Península Valdés, los animales se encuentran expuestos a disturbios ocasionados por el tránsito de vehículos todo terreno y la proximidad de turistas, visitantes y mascotas, que pueden afectar su comportamiento y generar consecuencias como el abandono de la cría si la madre se siente amenazada, o un alto desgaste de energía en momentos de ayuno al tener que desplazarse.
Crédito: Valeria Falabella
A pesar de estas amenazas, la población de Valdés se mantuvo saludable y con crecimiento sostenido por más de 50 décadas hasta 2022. En 2023 se vio gravemente afectada por una epidemia provocada por el virus de la influenza aviar altamente patógena (H5N1), que mató al 97% de las crías y a un número indeterminado de adultos reproductores. De acuerdo con un estudio publicado por WCS Argentina, CONICET y la Universidad de California Davis, llevará décadas para que la población se recupere; se podría necesitar el tiempo de tres generaciones humanas sin nuevos impactos para volver a ver a estos animales tan saludables y numerosos como lo estuvieron antes de la epidemia. Según el censo realizado en 2024 por WCS Argentina, la población disminuyó en un 61% y su conservación pasaría de ser considerada de “Preocupación menor” a categorizarse como “En peligro”, de acuerdo con los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)..
Nuestro trabajo
La especie requiere definir estrategias para su conservación que consideren no solo las amenazas en la costa donde reproducen sino también en las áreas de alimentación, abarcando así las etapas terrestres y marinas de su ciclo de vida. Por eso, desde los años 80, realizamos estudios demográficos de la población de Península Valdés, realizando conteos terrestres a lo largo de toda su distribución en la costa durante la temporada reproductiva. En los últimos años, también hemos incorporado el uso de drones para los sectores de difícil acceso. Además, estudiamos las etapas marinas de la especie, a través de tecnología satelital e instrumentos de última generación. Esta información resulta de gran relevancia no sólo para conocer sus trayectorias en el mar, áreas de alimentación y comportamiento, sino también para obtener información oceanográfica a fina escala de los hábitats que utilizan.
La investigación sostenida a largo plazo nos ha permitido monitorear los cambios en la abundancia y distribución de la población, analizar los factores que los provocan y evaluar la efectividad de los esfuerzos de conservación. Gracias a la persistencia en el monitoreo durante más de 40 años, podemos dimensionar los efectos de la inesperada epidemia de gripe aviar y modelar los posibles escenarios de recuperación de la población.
Paralelamente, hemos apoyado la creación de áreas protegidas marinas y costeras que beneficien a esta especie en toda la Patagonia, y buscamos expandir la protección costera por fuera de las áreas protegidas, a partir del ordenamiento y regulación de actividades, particularmente en los meses de reproducción. Dentro de estas iniciativas, colocamos cartelería de concientización en las playas donde los elefantes marinos están expuestos al disturbio humano y acompañamos la creación de la ley provincial de protección de elefantes marinos del sur en Chubut, sancionada en 2025, con el fin de definir estrategias para proteger los hábitats críticos y las áreas esenciales para la especie frente a impactos humanos y ambientales.